Infiel

Cuando te veía, observaba a un astro de luz. Una orbe maravillosa que me guiaba en el camino de la esperanza. Estaba tan impresionada por la...

Cuando te veía, observaba a un astro de luz. Una orbe maravillosa que me guiaba en el camino de la esperanza.
Estaba tan impresionada por la forma en la que me hiciste cambiar, como me moldeé a tus estatutos y como fui presa de tus caricias. Estaba a tu merced y era completamente tuya.
Escuchaba todas tus palabras y creía cada una de ellas; la miel que derramaban tus labios era el combustible que mantenía a mi cerebro pensando y a mi corazón latiendo. Sentí como si no había conocido el amor antes de tenerte. Las -que alguna vez creí hermosas- cartas de antiguos amantes ahora solo eran pedazos de papel con párrafos mundanos, las palabras que susurrabas en mi oído viajaban a mi corazon con tanta velocidad que tenía que estar sentada de otra manera me mareaba y podía caer aunque si era en tus brazos valía la pena el vértigo.
Podría haberte regalado mi vida, pude haber sacrificado algun sueño pequeño, así como lo hice con mi personalidad hermética, solo para verte feliz.

Pero lo arruinaste. Lo jodiste todo.

Te llevaste mis sueños en la bolsa más sucia y corriente que pudiste encontrar. Me viste a los ojos y con el brillo que creí ver cada vez que me decías que me amabas me mentiste. Te alejaste tan rapidamente que no pudo haber nada que te detuviera, ibas casi a la misma velocidad de la luz. Todo lo que construiste con tus propias manos, todas las noches de desvelo hablando por teléfono y los días de vernos a los ojos y tomarnos las manos ahora solo son ojeras, saliba desperdiciada y callos.

Y no puedo odiarte. Lo intento, con todas mis fuerzas; golpeando al aire pretendiendo que es tu pecho, te dedico la mirada perdida, el ceño fruncido y los pensamientos oscuros que los acompañan, mis dedos articulan la forma en que tomaría el teléfono para escribirte un mensaje más largo que nuestra relación y más cruel que tu indiferencia, pero termino rendida en el suelo uniendo mi cuerpo abrazando mis piernas para simular que no estoy rota, para fingir que el alma que dejaste en pedazos, en realidad solo tiene pequeñas rajaduras, queriendo que estés a mi lado, con tu cabeza en mi hombro y tu suave voz diciendo mi nombre. Ahora solo puedo dejar que el tiempo pase y encontrarle algún sentido a tu estupidez y a mi ingenuidad.

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