Los lobos vestidos de ovejas actúan como ellas mucho mejor que una. Se mueven ágilmente, hablan con palabras bonitas, rebuscadas, y utilizan el tacto como arma, como si tocarte los hiciera saber todo sobre vos; todo hasta tus debilidades y por donde atacar.
Usan colores bajos pero llamativos, saben de psicología básica y la utilizan para ser perversos. Se creen tantísimo, pero en cierta forma tienen razones para hacerlo, porque engañan a más de uno con sus mímicas correctas y sus sonrisas blancas y seductoras.
Te llevan a los más alto del cielo y luego te dejan caer cuando se dan cuenta que has visto lo hermoso del mundo y que sabes que podrías haber llegado así de alto por tu cuenta. Se glorifican solos y se alimentan de la tristeza de otros, de su miseria.
Manipuladores, posiblemente expertos con sus manos para halar cables de títeres que ellos mismos fabricaron.
Encantadores al principio, te muestran un mundo de posibilidades infinitas, se agarran de tus inseguridades con sus garras afiladas y te hacen creer que las comprenden, que están ahí para vos y luego tratan de que cambies, que seas más como ellos quieren y menos como sos en realidad, hasta que ya no queda nada de tu yo verdadero, ni tu esencia, ni la esencia de tu esencia.
Estás atrapado, no sabés quien sos y se ríen de esto cuando te ven el el suelo buscando los pedazos de tus sueños.
Te hacen sentir culpable, se hacen la oveja lastimada y perdida, pero debajo de toda esa lana está el más sucio y perverso ser que entrará a tu vida, esperando que le des la espalda para devorarte por completo.